Gonzalo Gómez /08/12/08
Durante el 2008, nuestro proceso revolucionario ha tenido flujos y reflujos. De conjunto, hemos tenido significativos avances; especialmente en la recuperación de soberanía, con las nacionalizaciones y con los triunfos electorales en la gran mayoría de gobernaciones y alcaldías. La derecha también tuvo sus logros, ya que consiguió conservar o arrebatarnos varias plazas estratégicas. El proceso no es lineal, pero la revolución necesita avanzar de manera permanente o vendrá la resaca de la contrarrevolución para arrasar las conquistas obtenidas, incluyendo el aplastamiento de la vanguardia luchadora.
Durante el 2008, nuestro proceso revolucionario ha tenido flujos y reflujos. De conjunto, hemos tenido significativos avances; especialmente en la recuperación de soberanía, con las nacionalizaciones y con los triunfos electorales en la gran mayoría de gobernaciones y alcaldías. La derecha también tuvo sus logros, ya que consiguió conservar o arrebatarnos varias plazas estratégicas. El proceso no es lineal, pero la revolución necesita avanzar de manera permanente o vendrá la resaca de la contrarrevolución para arrasar las conquistas obtenidas, incluyendo el aplastamiento de la vanguardia luchadora.
No es posible construir el socialismo en las entrañas del capitalismo. Se requieren saltos cualitativos, de manera oportuna y acorde con las correlaciones de fuerzas, para hacer posible la ruptura con el capitalismo e iniciar la verdadera transición al socialismo. En el capitalismo no hay solución para las masas explotadas; socava cualquier conquista económica, social o política del pueblo, si no se utilizan para impulsar la profundización de la revolución, con la organización y movilización obrera, campesina y popular.
La capa social que administra el Estado, que todavía es burgués y carga con las rémoras del pasado, está constantemente expuesta al corrosivo del burocratismo y de la corrupción. Esto genera contradicciones con los trabajadores y con el conjunto del pueblo, pudiendo ocasionar desencanto, fatiga y repliegue de sectores más o menos amplios.
Por fortuna, la revolución venezolana es todavía muy vigorosa y cursa en un escenario latinoamericano muy progresivo, que en el marco de la crisis mundial, coloca mucho más claramente al capitalismo como un modelo agotado.
Por fortuna, la revolución venezolana es todavía muy vigorosa y cursa en un escenario latinoamericano muy progresivo, que en el marco de la crisis mundial, coloca mucho más claramente al capitalismo como un modelo agotado.
El desarrollo de todas las formas de Poder Popular y la vivacidad de las luchas, deben ser antídotos contra el estancamiento del proceso y la conciliación con la clase explotadora, que le abre brechas peligrosas a la recuperación de su poder original.
De la derrota de la reforma a la batalla por la enmienda constitucional
En el transcurso del año 2008, podríamos distinguir varias etapas. El 2008 comenzó con las secuelas de la derrota en el referéndum de la reforma. La lucha de los trabajadores de SIDOR y su nacionalización, marcaron una etapa de recuperación de la ofensiva revolucionaria con una “ola” de nacionalizaciones. Las elecciones regionales y municipales mostraron las fortalezas del proceso en bastas áreas del país, pero también sus peligrosas vulnerabilidades. Al cerrar el año una nueva y crucial batalla se aproxima: la lucha para lograr la posibilidad de reelección del líder de la revolución bolivariana.
La derrota de la reforma desaceleró el proceso
Como decíamos, el inicio del 2008 estuvo signado por los efectos de la derrota del 2 de diciembre de 2007. Eso negó la posibilidad de importantes cambios que en su gran mayoría, hubieran sido muy positivos para la profundización del proceso, para la mejora de las condiciones de vida y para la gobernabilidad revolucionaria.
Pero, las medidas necesarias para avanzar en la revolución venezolana, no dependen exclusivamente de la reforma de la Constitución y de las leyes. Dependen fundamentalmente de la organización y la capacidad de movilización de los trabajadores, junto con los campesinos y los demás sectores populares o excluidos.
Sobre todo, dependen de la voluntad política para llevar adelante la acción revolucionaria, con la participación efectiva del pueblo, por fuera de la lógica del capital y con creciente transferencia del poder efectivo, en lugar de mantenerlo repartido entre el control económico de la burguesía y el dominio político-administrativo de la burocracia.
Sobre la derrota del 2 D dijimos, en su momento, que confluyeron una serie de factores entrecruzados; entre ellos: retraso en la solución de los problemas más acuciantes de la población, falta de acción oportuna para controlar el sabotaje al aparato productivo y al abastecimiento, impunidad y debilidad con la conspiración, terrorismo mediático, ausencia de mecanismos que permitan un verdadero involucramiento protagónico del pueblo en la introducción de los cambios…
A veces pareciera que las políticas de Estado estuviesen más dirigidas hacia la coexistencia y el equilibrio con los banqueros, con los grandes propietarios de medios de producción o con los terratenientes, que hacia el propósito de arrebatarles el control y ponerlo en manos del pueblo trabajador. Las medidas se toman con mucha dilación o a medias tintas.
Lo sucedido el 2 D generó un fructífero debate, crítico hacia el predominio del reformismo en la práctica política y acusador con el burocratismo. Pero la conclusión que sacó el gobierno fue que el pueblo aún no estaba “maduro” para las transformaciones propuestas, cuando, a nuestro parecer, esas condiciones no sólo están maduras, sino que comenzaron a pudrirse. Sin embargo, seguimos estando a tiempo y hay que avanzar con determinación.
Uno de los mejores signos de la vitalidad revolucionaria, a pesar de lo ocurrido con la reforma, fue que en todo momento continuó la conformación de comités populares y de consejos comunales, de manera generalizada y extendida, a lo largo y ancho del país.
La lucha de los sidoristas relanzó la ofensiva revolucionaria
Antes del triunfo en SIDOR, el proceso revolucionario pasó casi medio año en relativo estancamiento. Durante el ejercicio del anterior Ministro del Trabajo (José Ramón Rivero), la clase trabajadora y el movimiento sindical vivieron un recrudecimiento de las componendas entre los patronos y el estamento burocrático, se mantuvieron bloqueadas las convenciones colectivas en el sector público, se fomentó la división y el paralelismo sindical, abundó la indolencia oficial e incluso hubo represión de algunos conflictos laborales.
Así ocurrió con Sanitarios Maracay, fábrica ocupada bajo control obrero; la conducta oficial favoreció la preservación del estatus capitalista, en vez de optar por la nacionalización de la empresa, como lo acaba de plantear el presidente Chávez, varios meses después.
La actitud predominante era de freno al proceso. Los trabajadores de SIDOR, en pleito contra la transnacional Terniun, tuvieron que irse a la huelga y exigieron la re-nacionalización de esta industria básica privatizada en la IV República. Inicialmente tuvieron que confrontarse con el ex Ministro y con el Gobernador del Estado Bolívar, que autorizaron el uso de la policía y de la GN.
Luego vino la aplaudida decisión del presidente Chávez de nacionalizar la siderúrgica y el compromiso de acabar con la tercerización, aunque todavía se mantiene en SIDOR el modelo del capitalismo de Estado y está pendiente el avance hacia la implantación de nuevas relaciones sociales de producción, mediante el control obrero y popular. Lo de SIDOR abrió las compuertas para la nacionalización de la industria cementera, de sectores del transporte de combustible y gas doméstico, así como al anuncio de adquisición del Banco de Venezuela (Santander).
Fue una recuperación del ritmo revolucionario, que se había perdido después de las nacionalizaciones de la CANTV, de la Electricidad de Caracas y de la no renovación de la concesión al canal privado golpista RCTV.
El resultado del 23 N y la nueva batalla por la reelección
El 23 N el PSUV consolidó su dominio sobre cuatro quintas partes del país en gobernaciones y más aún en las alcaldías, incluidas las de estados donde se perdió la gobernación. El volumen de votos del chavismo se recuperó notablemente respecto al referéndum, aunque todavía no alcanza al voto de las presidenciales ni al total de inscritos en el PSUV.
Hubo sectores que expresaron su descontento con gestiones locales ineficientes y dedicadas a la simple administración del capitalismo. Lo hicieron con la abstención o con la intención de un “voto castigo”, aunque el efecto de cualquier voto por la derecha siempre sea de castigo para el pueblo mismo.
Una clara y amplia mayoría manifiesta su voluntad de continuar adelante con la revolución bolivariana y rumbo al socialismo, como lo ha proclamado el presidente Chávez. También derrotamos a algunos traidores del proceso como Manuit y Acosta Carlez.
Pero las derrotas sufridas para las gobernaciones de Zulia, Táchira, Carabobo, Miranda y en la Alcaldía Metropolitana de Caracas, aunque se ganó la del Municipio Libertador, representan el surgimiento de un peligroso enclave reaccionario que agrava las amenazas. La conducta fascista exhibida inmediatamente por la derecha, al querer expulsar del ámbito de sus administraciones a los consejos comunales, servicios de Barrio Adentro y otras misiones, UBV o UNEFA, es clara muestra de lo que son capaces de hacer contra el pueblo. Pero no midieron bien sus fuerzas y la respuesta popular masiva no se hizo esperar, en defensa de las más preciadas conquistas sociales de la revolución. Nuevamente, el látigo de la contrarrevolución se convierte en acicate que nos obliga a luchar para defender y profundizar el proceso, sin ceder los espacios y a la espera de la oportunidad de revocarles el mandato.
Ahora, al cierre del año y sin descanso, se plantea una nueva batalla; esta vez por la enmienda constitucional, para permitir la permanencia del liderazgo fundamental de la revolución, a través de la reelección del presidente Chávez.
Esta batalla sólo puede tener sentido si es para redoblar lucha contra el burocratismo y la corrupción, si avanzamos hacia medidas de transición al socialismo, si completamos la revolución agraria, si asumimos el dominio estatal las finanzas, la tecnología y el comercio exterior, si damos prioridad a la deuda social y dejamos de pagar la deuda externa corrupta, si se establece el control obrero y comunitario sobre los medios de producción y los servicios rumbo a su socialización, si construimos un sistema público de comunicaciones en manos de los trabajadores y las comunidades constituidas en Poder Popular, si establecemos los gobiernos comunales y damos paso a instancias nacionales para el gobierno de los trabajadores y el pueblo, si apuntalamos la unión de todos los pueblos en revolución…
Por eso, el próximo año, aseguremos la reelección de Chávez con la enmienda constitucional, y que también sea un año de campaña contra el burocratismo y contra la corrupción, el año de la ruptura con el capitalismo, el año del avance decidido hacia el socialismo. ¡Limpieza y más revolución!